CODIGO 32//OPINION
Por Sara Pérez
Por Sara Pérez
Un par de
días atrás, el Comité Político del Partido de la Liberación Dominicana (PLD)
inició un proceso de evaluación de las elecciones y otras deliberaciones
coyunturales.
Por si en
el grupo hay alguien que desconoce la naturaleza y los detalles de los últimos
acontecimientos políticos, me voy a permitir hacer unas anotaciones que
propicien la lectura de los signos que los acompañan, que aunque son bastante
visibles y ya se han mencionado, podrían pasarse por alto, dados los muchos y
diversos intereses de los integrantes del mencionado comité.
Con las
recién celebradas "elecciones" se acabó de trazar uno de esos
círculos de la historia, en que un pueblo camina en redondo hasta retornar al
punto del que había salido –tratando de escapar- mucho tiempo atrás.
El punto de partida pretendía superar la sumisión a los
caprichos, crímenes y abusos de un tirano, para dirigirse hacia un orden social
y político en el que el pueblo dominicano, con el disfrute de sus derechos
civiles y sus libertades cívicas, pudiera elegir y cambiar a sus gobernantes,
en la búsqueda de una administración pública eficiente y transparente, dedicada
a preservar el bienestar común y garantizar los derechos de todos los
ciudadanos, en una sociedad regida por leyes justas y aplicadas imparcialmente
a todos.
Pero esas aspiraciones pocas veces han sido tomadas
realmente en serio y el resultado es que tras cinco décadas de vida en
pretendida "libertad", la sociedad dominica está terriblemente
atrasada con relación a su conciencia y participación democrática, a su
educación y ejercicio de derechos y deberes políticos y civiles y hasta en lo
relativo a los derechos humanos y convivencia cívica.
El poder económico, social, político y religioso se ha
asegurado de mantener un país adormecido, alienado, pobre, bruto, indefenso,
que suele limosnearle a los funcionarios y políticos ladrones lo que le
corresponde y habitualmente no exige en colectivo, sino como favor individual.
Cuando el pueblo consigue armar alguna exigencia
generalizada y colectiva, como el 4% para la educación o el reclamo de límites
para Félix Bautista o la petición de justicia por el asesinato de un deportista
en Salcedo, el gobierno y el señor Presidente, desoyen, ignoran o estrujan,
patean y escupen a ese pueblo, al que le pasan por arriba de una forma bestial,
tratándolo como un trapo.
Deben incluir entre sus haberes los distinguidos miembros
del Comité Político del PLD esas imágenes de la masacre en Salcedo, que eleva
la categoría de los vulgares ladrones a la de alevosos asesinos.
El clientelismo es un sistema impuesto para oprimir,
penalizar, dominar y chantajear, convirtiendo los derechos obligatorios en
favores opcionales y la justicia en caridad.
Sometido como un rebaño famélico, la aspiración que se le ha
designado al pueblo es la de le repartan limosnas, sin atreverse a pedir
cuentas.
La ascendente unificación partido-gobierno, que tuvo sus
expresiones más acabadas y lamentables con Trujillo, se han reeditado con
notable éxito y sin mayores resistencias, durante esta última y singularmente
atroz gestión gubernamental encabezada por Leonel Fernández.
Este termina dejando en herencia un gobierno de dudosa
legitimidad y unas estructuras gubernamentales socavadas y secuestradas,
convertidas en su patrimonio personal.
Leonel Fernández, nuestro monarca Luis XIV, se trasmutó en
el Estado dominicano o al menos en una parte fundamental de él, esa tan
sensible, que se encarga de dirimir confrontaciones y equilibrar intereses en
conflicto.
Actualmente, como atinadamente se ha denunciado, el
mandatario tiene en sus bolsillos a La Suprema Corte de Justicia, al Tribunal
Superior Electoral, al Tribunal Constitucional, al Congreso, a la Junta Central
Electoral (con la bolsa de mierda incluida), etcétera, etcétera, etcétera.
No sé si todos y cada uno de los integrantes del Comité
Político del PLD podrán digerir sin eructar, la situación de que uno de ellos,
con la anuencia y participación de todos, tiene "en sus bolsillos" un
trozo de la institucionalidad del país, como quien se ha robado un yaniqueque.
No sé si será unánime que se feliciten por semejante logro,
pero es probable, porque el poder sin límites y sin reglas, enloquece, como
enloquecen, se ciegan y obnubilan los que se nutren del asistencialismo
clientelista de un gobierno corrupto, no importa que el suministro sea precario
o copioso.
Como consecuencia de la sed de poder de Leonel Fernández, la
República Dominicana carece en la actualidad de su sistema de arbitraje lo
mínimamente distante de otros ejes de poder, como para que se le pueda conceder
alguna credibilidad.
Y el desmantelamiento del sistema de arbitraje estatal tiene
consecuencias. La primera es la crispación actual que deberá confrontar Danilo
Medina, cuyo gobierno se iniciará quebrado y con la cerrada hostilidad de la
mitad (o un poco más) del país.
Parece que los dirigentes peledeístas suponen que esas
consecuencias afectaran solo a los demás y no a ellos, con lo que muy
posiblemente estén en lo cierto, pero tal vez sin sopesar con la prudencia
recomendable, la volatilidad social que suele acentuarse cuando se pierde por
completo la confianza en algún nivel razonable de funcionalidad estatal.
En el balance del Comité Político se debe consignar que el
PLD es el principal cosechador de los frutos del autoritarismo y la
arbitrariedad, que ciertamente no ha sido el único en sembrarlos, aunque sí le
corresponda la responsabilidad de haberlos abonado con más dedicación que el
resto.
Hipólito no pestañó cuando sobornó al Congreso en pleno para
modificar La Constitución y reinstaurar la reelección. Ahora anda lloriqueando
porque se encontró con otros más tígueres que él, que destruyen lo que hay de
democracia con más sistematicidad y eficiencia que la que él empleó. Lástima
que no es de los que aprenden, porque esa es una de las lecciones que deben
dejarse a los hijos, relatadas en los testamentos.
Los dirigentes del PLD deben anotar el detalle entre sus
conquistas. Efectivamente les corresponde el cetro por ser los tígueres que
mean más lejos. Es un trofeo que deben juntar con los reconocimientos por
haberle aportado a la jerarquía social y económica del país el nuevo estamento
de los periodistas tutumpotes, la penalización sistemática de la disidencia con
el acoso fiscal y el perfeccionamiento de un apartheit burocrático,
generalizado en todas las instituciones públicas, que privilegia formalmente a
los miembros del partido en el poder, mientras al resto de la gente se le pasa
por encima y se atropella sin miramientos.
Tienen que incluir en la evaluación que le quitaron todos
los frenos a la contienda política, que tiraron para arriba los recursos
públicos, como si fuera confeti, dejando al país exánime, para imponer un
candidato que no consiguió un solo voto gratis; que han instigado y financiado
la crisis interna del PRD reclutando a Miguel Vargas Maldonado, para un
colorido suicidio político que habrán recompensado apropiadamente.
No se puede olvidar el paso de avance hacia una
formalización del unipartismo y de ninguna manera deben obviar los progresos en
la "sincerización" que todo esto supone.
El desprecio total y absoluto hacia la institucionalidad, el
desdén hacia la democracia, son las actitudes y valores reales compartidos por
las organizaciones políticas que han ejercido el poder en RD.
Todos
compiten por suprimir una democracia en la que no creen y en esa competencia el
PLD es el campeón, al menos por el momento. Congratúlense. Acento.
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